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Lunáticas: intimidad, honestidad y vulnerabilidad

Vuelvo a esta miniserie de 2023 para hablar de cuestiones que no abundan en la producción periodística de audio en nuestro idioma. Lunáticas es la miniserie con la que De eso no se habla cerró su segunda temporada. Una temporada particular, bien distinta la primera (en la que exploraron variedad de géneros), que se había iniciado con un par de historias contadas en dos caras (A y B). Recomendamos, al paso, ir también a aquellos notables trabajos (Perdidas y Jornalerxs). Pero vamos a lo que hoy nos compete…

Lunáticas se podría haber contado de varias maneras, todas ellas (seguro) menos interesantes y atractivas que la elegida por la producción. El equipo, integrado a modo de triunvirato de productoras-narradoras por Isabel Cadenas Cañón (directora y fundadora de DENSH), Andrea Momoitio (periodista, autora de libro “Lunática”) y Érica Santillán (nieta de Loli, hija de Conchi), nos cuenta esta historia grabándolo todo. Y cuando digo todo, es un todo que no solo facilita la escucha sino que hace posible la existencia de la historia.

El poder del audio (1): grabar, grabar y grabar

A la hora de contar en audio —evidentemente— hay que grabar. Tenemos podcasts de todo tipo, en el universo narrativo de la no-ficción, pero pocos alcanzan el nivel de documentación sonora de Lunáticas. Sin grabar cada situación, cada entrevista con familiares y amigas de las protagonistas, cada reflexión en el grupo de producción, cada caminata previa a alguna escena (narrativa) importante, no solamente hubieran obtenido la mitad del material sonoro para trabajar el montaje, también hubiera resultado una crónica aburrida y sobreexplicada. Esta historia tiene reglas propias (las iremos desmenuzando, en lo posible) que hacen que todo encaje en nuestros oídos con naturalidad.

Algo que también aporta dinámica a Lunáticas, y que define parte de las mencionadas reglas, tiene que ver con que nos explicitan todo el tiempo cómo se hizo. Desde el primer minuto, hasta el último instante, las productoras-narradoras nos cuentan cómo están grabando, de qué manera llegaron a tal entrevista, si se compraron un micrófono nuevo o capturaron una llamada en el altavoz del teléfono: tenemos texturas sonoras de todo tipo. Y en algún caso, donde no tocaba meter el grabador para cuidar la intimidad del momento, grabaron notas de voz contándole a las demás —y como resultado a la audiencia— lo sucedido.

Es muy importante sacar los micrófonos a las calles, ponerlos en acción. Las historias ganan mucho. Tenemos que dejar (“por dos años”, diría un poeta) de grabar videollamadas, de vanagloriar el setup del armario, de romantizar ponerse bajo de una manta… La pandemia terminó (!), la competencia es mucha y aprender a manejar un grabador digital no es mecánica cuántica. El balance entre lo que se obtiene y lo que se pierde (porque pasa una moto, hay viento fuerte o un micro mal apuntado) es demoledor: salgan a grabar para contar en audio. Salgan al sol, revienten ♫

Sobre este asunto, Isabel Cadenas en entrevista con The Objective lo dijo clarísimo: “Hay algo que tiene el audio que no tiene lo escrito, y es que siempre estás en medio de la acción. La grabadora ha sido una más en la investigación, y a mí me encanta que la gente se enamore de esta nueva forma de contar que es relativamente nueva en nuestros país y que da frutos únicos: esta investigación no se hubiera podido hacer en otro medio con esta intimidad, honestidad y vulnerabilidad que tiene el audio”.

El poder del audio (2): acceso, intimidad y cuidado

Lunáticas narra una historia familiar: de recuerdos, de olvidos, de prejuicios, de grises, de entender algunas decisiones, de conocer otras, de empatizar y de que —la vida misma— cueste digerir ciertos hallazgos. No vamos a spoilear la trama (tampoco se podría, hay que escuchar los cinco episodios y hacer el recorrido junto a las protagonistas: lo importante es el camino y acá no es un cliché). Esta historia familiar, en la que Érica se une a Andrea, Isabel y equipo, toca temas y personas a las que hay que cuidar.

Por eso, y celebramos que se haga explícito en el podcast, cambian los nombres de varias de las personas entrevistadas (para cuidar su intimidad, sus familias). Personas a las que, además, no hubieran podido entrevistar en video. Y no porque son criminales buscados o porque metieron un micrófono oculto en un bolso para grabarlas: simplemente aparecen hablando de temas que les cuestan, que son muy personales, íntimos, complejos. Lunáticas obtuvo muchas más entrevistas para contar la historia de Loli-Conchi-Érica que las que podría haber obtenido en video: “¿Esto no es para la tele?”, les pregunta una entrevistada que, quizás, ante una cámara no hubiera contado nada…

Las historias familiares no son sencillas de narrar, una producción de años se puede caer a la hora de entrevistar a la tía abuela o la hora de publicarla (el abuelo no quiso, la prima dudó), y con los cuidados necesarios (que en Lunáticas se oyen presentes en cada instancia) se pueden obtener resultados positivos. Se destraban silencios, se comprenden los grises de ciertas decisiones (no todo es blanco o negro, gran recordatorio para estos tiempos) y —especialmente trabajando en audio— se puede acceder a conversaciones/entrevistas que con la parafernalia del video se complicarían por demás.

Guion y narración: montaje, repiqueteo y edición

Los momentos (y los ritmos) de Lunáticas son cambiantes. La dinámica de las mencionadas grabaciones-de-cada-situación se complementa con un guion muy afilado y un montaje superlativo. El episodio inicial es muy intenso, el episodio de cierre es reflexivo. En el medio pasa de todo: las escenas sonoras están muy precisamente montadas y editadas. O debería decir editadas y montadas...

Isabel Cadenas Cañón, la directora y narradora de De eso no se habla, por momentos cede la voz principal. Ya lo hizo otras veces (en la temporada 1: Jadiya o Seis barrotes, por citar dos ejemplos) pero en esta ocasión no lo hace por completo: su rol es ordenador, sin aburrir; explicativo, sin excederse; es como un repiqueteo-revoloteo sobre las grabaciones: entra donde tiene que entrar y donde no hace falta, todo sigue su curso. Las reglas de esta historia lo permiten, porque (decíamos) el verosímil incluye un poco de making of.

Además, el guion en sí es de un vuelo literario que no abunda en español. Y la combinación con los testimonios es finísima, muy elaborada, una artesanía digital. Cuando la grabación obtenida, sea en la calle, por teléfono o en una entrevista en el bar de un hotel, habla por sí sola, no hace falta agregar nada. Y cuando hace falta subrayar, anotar, comentar, todo está resuelto con fluidez en una combinación que no se encuentra muy seguido de guion-montaje-edición.


En una de las conversaciones finales grabadas para Lunáticas, Érica cierra diciendo que en el fondo no sabe nada: tiene pistas, opiniones, puntos de vista… pero con pocas puede afirmar: “esto fue así”. Y ese es el tono de esta miniserie: no forzaron otra lectura de los hechos ni otras ideas. Cada persona que la escuche puede hacer las propias, queda el poder en manos de la audiencia porque todo-todo fue grabado para contar esta historia. Si eso no es amor por narrar en audio… ★

Escuchar Lunáticas en: Spotify, Apple y otras opciones.

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