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Humo... y las cosas que están premiando

Reseña de Humo: Murder and silence in El Salvador, de Sonoro y Factum (2024). Y un duro comentario sobre los premios otorgados a este podcast en los Ondas, los Ambies y el Gabo, buscando comprender…

Mea culpa y consideraciones iniciales

Escribo esta introducción para poner en su lugar, de alguna manera, una reseña que llega recontra tarde. Cuando salió este podcast —es bilingüe, me refiero aquí a la versión en español— piqué el primer episodio, no me interesó mucho y lo dejé para escuchar más adelante (como saben muchísimas personas que hacen podcasts y me han compartido sus trabajos en estos años: ese más adelante a veces se extiende muchísimo—a las personas que leen, les cuento cómo vivo y espero me entiendan). Pero resulta que no los puedo dejar solos unos meses que hacen cualquier cosa, viejo…

El mundo del podcast, en estos años que vengo caminándolo, funciona por momentos de formas extrañas: no digo que sean formas distintas a las de otros campos culturales pero me da bastante cosita cuando repetimos lo peor, lo más incomprensible de la literatura, el cine, la música y otras artes. Por algún motivo, sin tenerlo claro nadie, se encolumna todo el mundo detrás de una obra y le lanzan premios, elogios, la encumbran. Pasó con algunas producciones que hemos reseñado duramente por acá (La Firma de Dios o Te Busco, por citar dos ejemplos) y ha vuelto a pasar con este podcast al que regaron de premios. Humo: Murder and silence in El Salvador ganó este año lo que podríamos llamar (no existe, por favor no tomen esto como algo real: estoy ironizando) la Triple Corona. Un Ondas, el Premio Gabo y la categoría en español de los Ambies. Un montón.

La vara altísima la pusieron ustedes. Y me empezó a sonar la alerta diospunk: eso de llegar tan tarde a una obra, cuando ya estaba todo dicho que me pasó con el muy premiado y notable podcast del colega rosarino Nicolás Maggi (con quien me une una amistad —vale decir—, la misma que me permitió decirle cosas de aquel gran trabajo que estaban algo flojas, por decirlo con amabilidad y en lenguaje ATP), podcast que al día de hoy no reseñé: La segunda muerte del Dios Punk. Esa alerta sonó, sonó… hasta que dije “bueno, Pablo, llegó la hora de agarrar la pala escuchar Humo… completo y escribir la reseña”.

Humo: sin ritmo y sin hook en El Salvador

Pensé que me iba a encontrar con una realización de absoluta calidad, de total excelencia narrativa, un podcast digno, dignísimo ganador de todos los grandes premios posibles este año. Y no, no digo que no sea una notable producción, con muchísimo trabajo detrás, algunas entrevistas logradas, un montón de dificultades sorteadas por su host para reportear y contar lo ocurrido en medio del opresivo, nefasto y persecutorio régimen de Nayib Bukele en El Salvador. Digo que esperaba una obra diez puntos, sobresaliente e inolvidable. O, bueno… ya que estoy en la onda de la honestidad brutal debo decir que, conociendo lo que han premiado en los Ondas y en el Gabo en años anteriores, me esperaba algo que por lo menos se acerque a los 8-9 puntos. Y sabés, si me leés hace tiempo que jamás puse ni pondré notas a nada (y si me leés recién ahora, te cuento).
Uso por primera y única vez valores numéricos para que se entienda a qué apunto. Humo: Murder and silence in El Salvador está bien, tiene puntos fuertes (a mi gusto pocos) y puntos débiles (ya iremos a ellos). Es una historia extensa, sobre uno de los regímenes más nefastos del continente americano, en la que se mezclan crímenes, personas desaparecidas, pandillas, periodistas y la figura de Bukele… Una historia que andará por los 7 puntos. Y repito: el “puntaje” es para que se entienda la expectativa vs. lo que me encontré. En fin, vamos entrando en la reseña…

Una reseña que viene mezclada con ideas sobre los temas ganapremios, las diferencias entre reportaje/documental/podcast narrativo de no-ficción y algunas prácticas narrativas y formas de contar, entre otras cuestiones. Aún llegando tan tarde (el podcast se publicó hace un año y medio, la temporada de premios grandes terminó), intentaré que estas líneas sean de utilidad para todas y todos de cara al futuro. Pienso en las personas que se dedican a contar historias reales con sonidos. También en el mensaje que dejaron estos premios otorgados de cara a las y los colegas, a la gente, a las audiencias que llegan a escuchar una historia multipremiada y… se encuentran con, ejem… bueno… Avancemos.

La calma y el gancho: en busca de tono, ritmo y motivo...

Las historias reales, cuando son muy crudas, durísimas, ponen a quienes las producen y cuentan en un brete, un desafío en el que muchas veces se juega el tono general y la forma de contarlas. En el caso narrado en Humo… tenemos (sin spoilers) asesinatos, personas desaparecidas, pandillas y más, en un contexto general muy complejo: el que se vive en El Salvador hace muchos años. Contar esta historia con crudeza y algunas descripciones, podía convertirla fácilmente en una narración morbosa. Ahora… entre el morbo y lo que terminó resultando, con particular hincapié en los primeros 2-3 episodios, hay una distancia.

El host, Bryan Avelar, siento que nunca encontró el tono, al menos hasta llegar al último episodio donde confluyen varias líneas que dan cierta fuerza al cierre del relato. Volviendo a los episodios iniciales: pasan muchísimas cosas, hasta se resuelven algunas, pero la narración no nos trae y (lo importante) no nos transmite tensión alguna. O no encontraron el gancho de la historia o quisieron plantarnos demasiados ganchos y no quedó claro cuál era el importante. O lo hicieron y las cosas no resultaron de la mejor manera.

Por otro lado, ese tono por momentos excesivamente calmo del narrador, me recordó a otro narrador tranquilo, de lenta cadencia, que quizás hayan oído en estos años: Juan Serrano, de la casa colombiana La No Ficción, como narrador principal de los episodios de Un Periódico de Ayer. Si al oír la supuesta calma de su narración pensás que uno de esos episodios puede ser aburrido, es porque no viste el cuchillo bajo el poncho: Serrano, con un tono y ritmo muy logrados (cimentados en guiones mega afilados), habla lento, sí… lento como una turba de hormigas carnívoras que te empieza a masticar las zapatillas y cuarenta minutos después lo único que dejó de tu humanidad es un esqueleto blanco y lustroso (metáfora rarísima, disculpas; estamos en una época medio así). No tenemos que confundir calmas aparentes con tonos narrativos malogrados.

Terminado el episodio inicial hay pocos incentivos para seguir: nos cuenta el host este caso que tenía entre manos (hay un tema también con la cronología de la historia, ya iremos a ello), nos dice que pasaron cosas terribles y que “algo no estaba bien” pero no nos muestra. Y quiero meterme brevemente con el asunto del show, don’t tell.

Exceso de tell, don’t show

Hace un tiempo, y perdón por ponerme autorreferencial en este texto (fui reencontrando cuestiones ya reseñadas), hice un análisis extenso y profundo de la miniserie Te Busco de Las Raras. Pasó bastante desapercibido, creo, pero allí me dediqué a analizar algunas cuestiones relacionadas al periodismo de yo, al rol de la narradora/personaje principal y a ciertos recursos narrativos usados para engancharnos en la serie (con un build-up demasiado apuntado hacia un final que nos dejó con gusto a poco). Es una reseña en audio y se puede escuchar por acá. En Humo: Murder and silence in El Salvador, sentí que iban a terminar yendo por un camino similar. Pero acá el narrador, al menos durante la primera mitad de la serie, no termina de quedar como claro protagonista. Vemos las cosas a través de su mirada (todo es sonoro, seguime en el razonamiento) pero no entendemos adónde va con lo que nos está diciendo que pasó. El punto de vista es extraño: parece que nos están contando la historia de una investigación pero nos están contando sus sensaciones. ¿El enfoque está errado? Justo en estas semanas estoy releyendo el clásico Out on the wire de Jessica Abel que me tiró una soga (una viñeta, mejor dicho):
Ira Glass, haciendo una entrevista en Canalou, nota que la entrevistada le cuenta pero no le muestra — Abel, J., & Glass, I. (2015). Out on the wire. p. 25
Show, don’t tell es una técnica narrativa, una forma de contar. Mostrar, no contar, tiene que ver con cómo se enfoca una historia: tiene que ver con contarla con “acciones, palabras, pensamientos, sentidos y sentimientos, en lugar de a través de la exposición, el resumen y la descripción del autor” (Mostrar, no contar; Wikipedia, 2023). La cosa, se supone, viene de una carta de Antón Chéjov a su hermano en la que una larga descripción, quedó inmortalizada como: “No me digas que la luna está brillando; muéstrame el destello de la luz en los cristales rotos”. Distintas versiones de esta idea, fueron parte de algunos manuales de dramaturgia, de guion, de construcción de ficciones, etc. Y se usa en literatura, en cine, en poesía, como también para contar historias de no-ficción.
David Kestenbaum, de Planet Money y This American Life, habla de contar con acciones: los escenarios mentales son más vívidos que una foto — Abel, J., & Glass, I. (2015). Out on the wire. p. 120
Acá, con las disculpas del exceso, me encontré con una especie de tell, don’t show al menos durante los primeros episodios de Humo… Esos en los que no hallé incentivos para seguir (a pesar de haber llegado al final). Tienen algunas buenas entrevistas, algunas muy buenas y otras regulares (al límite de lo usable en audio), pero sentí que no las aprovecharon del todo. Por las cuestiones que sean (la producción sabrá) en varios pasajes el host rellena los testimonios, cuenta partes que sería mucho mejor oír en las voces de las personas entrevistadas y (a mi gusto el principal problema narrativo) nos cuenta cómo vivió él la historia. En esos momentos mi atención se fue automáticamente de paseo, lejos del interés y de cualquier atracción posible… Lo sentí como un periodismo de reacción. Y aún si fuera ese el tono que buscaron, las cosas podrían haber resultado mejores. Nos cuenta cosas terribles, en algunos casos ya resueltas… De nuevo, una cosa es el morbo y otra es irse 100% al otro extremo: ¿Está narrado el horror en los primeros episodios? ¿Se cuenta todo con excesiva distancia? En el medio, seguramente, está el punto de equilibrio. El tono perdido, ese tono que podría habernos sumergido más y mejor en este extenso reportaje. Porque tampoco se jugaron a full, durante varios episodios (si bien es algo que aparece al final y por eso lo señalo) en una narración explícita y detallada de las sensaciones del host. ¿Es él el personaje principal (y único)? ¿El gancho de la historia son los crímenes, es Bukele o es la práctica del periodismo en el duro contexto salvadoreño? No lo sabemos. El que mucho abarca, poco aprieta decía un viejo refrán.

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Para esta segunda parte, me voy a centrar en tres cuestiones. Ninguna está relacionada directamente con Humo: Murder and silence in El Salvador pero —a la vez— las tres lo atraviesan y nos dan materia prima para esta crítica. En ese sentido, este podcast está en un lugar donde se puede poner a muy pocos últimamente: el de disparar reflexiones, el de ponernos/los a pensar sobre el periodismo, sobre cómo contar historias reales hoy y cómo hacerlo en audio. Y eso lo celebro, a pesar de todo, como periodista especializado. Es preferible un trabajo que dispare todas estas reflexiones que uno que no dispare ninguna. Siempre. Y de nuevo, muchas de las ideas vertidas en este extenso texto, tienen que ver con todos los premios que le han dado a este podcast.

La confusión es total

Un reportaje no es un documental y no es un narrativo de no-ficción. Vamos de nuevo: un reportaje no es un documental y no es un narrativo de no-ficción. Otra vez: un reportaje no es un documental y no es un narrativo de no-ficción.

Pero vamos un pasito para atrás: ¿De qué estamos hablando? La confusión es mucha, se extiende a lo largo de los años e intentaremos que no se complique más. Estamos hablando de géneros y formatos, tema complejo, aburrido y difícil de esclarecer. En varias ocasiones, dando clases, me meto a fondo en esto, cada año lo reversiono y (creo) mis alumnas y alumnos sobreviven y se llevan algo más de claridad. Apelando a ese trabajo previo, voy a ser sintético por una puta vez en la vida: un reportaje es un trabajo periodístico extenso, informativo, sobre un tema. Ese tema se trabaja en profundidad. En general, en audio, son más breves que las series documentales y los narrativos de no-ficción. Hay extensa tradición de reportajes en las radios europeas y estadounidenses. Pensamos en duraciones de 15-30 minutos, muchas veces en episodios unitarios. El documental es más difuso, en general lo relacionamos más con el cine documental. Para que un trabajo periodístico sea considerado documental, creo, debe trabajar con “documentos”: sean entrevistas realizadas especialmente y/o piezas de audio de archivo. La práctica habitual es que los documentales sean más extensos que un reportaje: o bien pueden durar una hora, si es una pieza única, o bien varios capítulos. El narrativo de no-ficción, y siempre estamos hablando en audio, tiene su eje, su razón de ser en la palabra NARRATIVO: implica personajes (sea el o la host un personaje principal, y otros), implica escenas y también el uso de arcos narrativos para esos personajes, así como el uso de herramientas narrativas para hilar la historia (y para incentivar que sigamos escuchando el próximo capítulo; por ejemplo con un cliffhanger). Es más complejo, hay especialistas en guion y en géneros narrativos a los que pueden apelar, pero esta es mi forma de explicarlo lo más breve y claro posible. De menor a mayor complejidad. ¿Funcionó?

Con ejemplos quizás se entienda un poco más: si hay un host, una cantidad de entrevistas, audios de archivo de radio o TV o la fuente que sea, pero no tenemos PERSONAJES ni ESCENAS (siempre hablando de producciones sonoras sobre hechos reales, en esta explicación), no es un podcast narrativo. Puede ser un documental o un reportaje, o un ensayo si tensamos algo más la cuerda. O cualquier otro tipo de producción sobre la realidad, que quizás no sea netamente periodística. Después está la ficción y sus géneros, etc.

Serial es un narrativo de no-ficción; De eso no se habla también (en particular con su serie Lunáticas), si bien han explorado varios otros géneros y ahí son claras las diferencias: el episodio Jadiyah es un diario, el episodio El hijo del alemán es un documental. Fugas es un narrativo de no-ficción, Basta Chicos es un documental. El verdadero robo del siglo es un narrativo de no-ficción; Esto no es radio y Un periódico de ayer, también. Jaime: Historia de un pionero es un documental biográfico, Misterio en La Moraleja es un narrativo de no-ficción con toques de true crime y humor, Te Busco es un narrativo de no-ficción donde la host es protagonista.

Una aclaración más, que surgió de una charla con Mariano Pagella: un documental puede ser o no narrativo. Y puede haber narrativos de no-ficción que no sean documentales (Arnold: los años ocultos). No son excluyentes, son características que un podcast tiene o no.

Humo: Murder and silence in El Salvador, es un reportaje largo. Larguísimo. Con toques documentales: hay entrevistas realizadas hace años, hay audios de archivo. Hay amagues de convertirse en un narrativo de no-ficción pero el host nunca termina de ser un personaje (lo escuchamos full-atravesado por la historia, por ejemplo y muy tarde para mi gusto, en el octavo y último episodio); nos faltaría tener otros personajes (hay algunos candidatos que, de nuevo, no terminan de tomar forma). Y no hay prácticamente escenas, así como tampoco queda claro un arco narrativo. La cronología es confusa: vamos y venimos, durante buenos pasajes de la historia estamos en 2021, en varios otros no queda claro tiempo ni espacio. Con un destacado (pequeño spoiler): cuando Avelar deja El Salvador, no sabemos durante un buen rato a qué país se trasladó. Y cuando nos enteramos, es por una mención casual.

Es verdad que no es fácil el balance entre que el host sea un personaje y desbarrancar en excesivo periodismo del yo. Es una maestría que manejan mejor los gringos, con algunos profesionales que destacan en nuestro idioma (Juan Serrano, Isabel Cadenas, Tomás Vizzón, Nicolás Maggi, Eva Lamarca, Álvaro de Cózar, Mar Abad, Mariano Pagella, Trinidad Piriz, Micro Hernández; por nombrar figuras más allá de Radio Ambulante y Las Raras). Es una búsqueda, una elaboración narrativa que se puede lograr o no; luego ese narrador-personaje tiene que ser útil para la historia, para contar los hechos con el cuidado de no hablar de sí mismo todo el tiempo.

Estructura y dinamismo

La construcción de una historia por escenas estableciendo personajes y, en base a los hechos reales, enfocándose en un modo de contarla (con recursos narrativos, con arcos) es lo que ayuda a la audiencia a engancharse, a seguir una narración extensa contada en audio (no tenemos otros soportes, son importantes esos recursos). Una estructura definida aporta claridad y dinamismo a la narración. Casi desde el tercer episodio, sentí que a Humo… le faltaban algunas cosas y le sobraban otras. Con el mayor respeto posible, y ya apuntando a cerrar una crítica durísima, me parece que con 2-3 episodios menos esta historia sería muchísimo más atractiva, hubiera tenido mayor impacto en las audiencias y (cuestión no menor) justificado la andanada de premios que le otorgaron. De los tres primeros episodios, se podrían sintetizar los hechos en dos (y si me apuran, en uno). Los episodios 4-5 tienen un ritmo interesante, vamos entendiendo qué tiene que ver el régimen de Bukele con todo esto (algo que, otra vez, nos orejean varias veces pero en largos pasajes del podcast no queda claro), dar contexto general enriquece los hechos. Y de nuevo: el episodio final, el octavo, está muchísimo mejor que el resto. Es una recompensa para la audiencia que, a la vez, destaca involuntariamente todo lo que faltó antes en la historia. Las piezas caen en su lugar, tenemos datos que respaldan los hechos, el narrador está involucrado con lo que (le) pasa en la cantidad justa, el paquete cierra. Pero es demasiado tarde. ¿Por qué una persona escucharía hasta ese episodio final atravesando todas las idas y vueltas de la serie? Siento que es pedirle demasiado a cualquiera que se enfrente a este podcast en los tiempos que vivimos. Con 5 episodios esto era una piña demoledora, con los 8 resultantes es un reportaje interesante pero extenso, sobre un tema que evidentemente despierta el interés del mundo, narrado con altibajos.

¿Ponerle Bukele a todo?

El Salvador está de moda para el periodismo. Dije al comienzo que iba a analizar los temas ganapremios y este, sin dudas, es uno de los favoritos de los últimos años en América Latina. Últimamente, para ganar grandes premios tenías que dedicarte como periodista a (enumero con ironía, no se enojen mucho): narcotráfico, trata de personas, migración, cambio climático, géneros, derechos humanos y pueblos originarios. Tuvimos un lapsus con la pandemia en que cualquiera de estos temas + COVID obtenía puntos extra para las premiaciones. Tuvimos pequeños momentos (rápidamente olvidados) en los que contar historias sobre feminismo era la pomada, luego tocó el tiempo de las criptomonedas/criptoestafas, alguito de salud mental. Y casi en el mismo lapso empezó a garpar dedicarse a las ultraderechas, flagelo global que realmente me preocupa muchísimo (en particular como argentino, atravesando el destructivo gobierno de Milei). Ese tema, en América Latina, fue mayormente sintetizado en la figura de Nayib Bukele y su régimen. OK, les voy a dar la razón: es un líder carismático, populista, que giró a gobernante opresor, bajo un régimen muy oscuro, con criptomonedas, con pandillas, personas desaparecidas y más. Bukele lo tiene todo.

Ahora… ¿No se va a cansar nunca de él el periodismo mainstream? ¿Hasta cuándo van a tener un plus las historias con Bukele? Está gobernando El Salvador DESDE 2019, en un régimen de excepción DESDE 2022. Y seguimos obnubilados con Nayib (le hacemos el favor, prácticamente). Les regalo una idea: si quieren contar historias de un presidente bizarro, de un gobierno que pega volantazos sin parar, con un alto personaje de la ultraderecha mundial, capaz se tienen que dar una vuelta por un país de sudamérica llamado (por ahora) Argentina. Hay más matices, más tonos para encontrar, no estaba todo destruido de antemano, etc. Se pueden trazar varios paralelismos, ver hacia dónde íbamos y dónde terminamos. Hay historias riquísimas por acá. Solo espero con este párrafo no disparar tres años de premios a trabajos periodísticos sobre el esperpento de Milei. Aunque en verdad sería interesante, y preferiría trabajos de corte histórico, analizando una época tremenda que ya pasó... Se me cruzan los deseos, sepan comprender. Volviendo a lo premiado este año: me parece peligroso que los premios se vuelvan previsibles. Estaría buenísimo premiar el riesgo, y cuando pienso en esto pienso en riesgo narrativo por sobre riesgo temático. Como dijo un filósofo argentino: “Son decisiones”.

A tientas, en la oscuridad

Vayan a escuchar Humo: Murder and silence in El Salvador. Disparó todas estas reflexiones. Espero desde estas líneas acompañar la escucha y que encuentres esas sutiles (o no tanto) diferencias, matices, herramientas que usaron y que no, para contar una historia. Me gustaron los episodios 4-5, me gustó también el octavo y final. Siento que se quedaron a mitad de camino en algunas decisiones que podrían haber enriquecido la historia. Quienes la construyeron, claramente, saben armar tensiones, el host puede contar las cosas poniendo más de sí mismo. Pero desear que la audiencia atraviese siete episodios, algunos muy extensos, me parece pedir demasiado. Hay, en esta historia, muchas cosas que podrían ser ganchos… y no los plantaron. No se puede cosechar lo que no se sembró.

Para el final-final, una reflexión amarga. La venía masticando y, como con otras reseñas, tomé este trabajo para hablar del estado general del periodismo en audio, del podcast sonoro (sea lo que sea eso hoy). Creo entender por qué premiaron tanto este trabajo, o quiero pensar que ese es el motivo y no otros peores… quizás bienintencionados pero dañinos. Cada año estamos contando estas grandes historias con menos recursos (plata), con menos posibilidades, con menos profesionalismo (porque hay que sostener 2-3 trabajos más). Cada vez son un poquito peores los grandes podcasts narrativos, las grandes series documentales. En las producciones mainstream del podcast en español, tocamos el techo en algún momento entre 2021 y 2022. Algunas excepciones se mantienen hasta hoy (y la están pasando muy mal, me consta). Pero son meras excepciones.

Dedicarse a reseñar podcasts no es sencillo, pasaron estos años y sigo medio solo. Hace un tiempo pensaba que aparecerían otras plumas (la guerra de críticos: sueño postergado) y sería más sencillo citar análisis de otras personas (me parece espantoso ser autorreferencial). En estos momentos complicados, donde este tipo de historias se producen cada vez menos y peor, me siento en soledad, a tientas, tratando de problematizar y analizar algo como el periodismo sonoro. Algo que quizás no están defendiendo ni siquiera ustedes, quienes lo producen y lo premian. Nos quedaron, todo el tiempo, debates pendientes. Pasaron los años y acá estamos. Son tiempos difíciles del podcast, sin dudas. 


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